El clavecín es un instrumento musical perteneciente a la familia de los teclados con
cuerdas. Es conocido también por los nombres de clave, clavicémbalo, cémbalo,
gravicémbalo o clavicímbalo.
Su estructura básica está compuesta por uno o dos teclados y por una caja
de madera llamada martinete o saltador. Dentro de esta se encuentran las cuerdas y
los plectros. Se acciona pulsando las teclas del teclado. Esto acciona los plectros (púas de
pluma de cóndor, ganso o cuervo), que elevan y punzan las cuerdas, haciéndolas vibrar, produciendo
así el sonido de las notas. El hecho de que las cuerdas sean punteadas y no percutidas es lo que le
diferencia del resto de instrumentos similares de la época.
Otros instrumentos derivados del clavecín son la espineta y el
virginal. Ambos tienen dimensiones algo más reducidas y se caracterizan por ser los primeros
en tener asignados una única nota por cuerda. La orientación de estas era diagonal respecto del
teclado (ahorrando espacio de esta forma) en la espineta y paralelas a este en el virginal.
Se cree que el clavecín viene del instrumento griego llamado salterio, aunque su
invención está datada entre los siglos XV y XVI, durante el Renacimiento. En esta época y, sobre
todo, la barroca (hasta el siglo XVIII) gozó de mucha popularidad en diferentes regiones europeas,
aunque la irrupción del
pianoforte
le condenó a un segundo plano, en el que se vio inmerso hasta el siglo pasado. Los italianos fueron
los
clavecines
más conocidos durante el Renacimiento y Barroco. Su construcción era ligera, acabada en madera
natural. Un único teclado capaz de producir un sonido mordiente, ideal para el estilo de música
italiana del siglo XVII. Los clavecines flamencos fueron los otros más conocidos. En este caso la
construcción era más sólida y solía haber dos teclados en vez de uno. El sonido era más redondo y
la notaba duraba más. Los otros países encargados de la construcción de este tipo de instrumento
fueron Francia, Inglaterra y Alemania, aunque no de forma tan prolífica.
Aunque durante el Barroco se crearon muchas obras destinadas a ser interpretadas
por el
clavecín,
la limitación fundamental del volumen lo condenó ante la invención del pianoforte. Con este era
posible que un tono sonara más fuerte si la tecla se pulsaba con más fuerza, por lo que multitud de
obras escritas originalmente para ser tocadas con la clave empezaron a interpretarse en lo que fue
el predecesor del actual piano.
Sin embargo, a principios de siglo XX la clavecinista Wanda Landowska
volvió a ponerlo de moda. La música polaca era una estudiosa de los instrumentos antiguos. La
calidad en la restauración de estos no le satisfacía plenamente, por lo que solicitó a la casa
Pleyel la construcción de un clavecín que ella misma inauguraría en 1912. Fue una artista de éxito
y consiguió que el clavecín perdurara hasta la actualidad, donde no solo se le da un uso académico
(propio del Renacimiento y Barroco) sino también cultural. Se utiliza en muchos estilos actuales
(tango, pop, rock y flamenco) y en música para videojuegos, cine o anime, entre otras cosas.