El piano nació fruto del desarrollo de instrumentos anteriores. La historia del piano dice
que este instrumento musical tiene su origen en la cítara del año 3.000 a.C., un simple
mecanismo de cuerdas tensadas sobre una tabla que se hacían vibrar con las uñas o algún objeto
punzante. La evolución de este instrumento dio paso a otros como el monocordio, el
salterio, el clavicordio o el clavecín.
A finales del siglo XVII el paduano Bartolomeo Cristofori fue contratado por el
príncipe Fernando II de Médici como conservador de instrumentos musicales, convirtiéndose así en un
experto fabricante de los de cuerda con teclado, lo que le permitió desarrollar una mejora
definitiva que paliaría las deficiencias acústicas del clavicordio y clavecín. El fundamento de
estos consistía en puntear las cuerdas con plectros en el caso del
clavecín
y percutirlas por medio de tangentes (pequeñas púas metálicas) con el
clavicordio,
quedándose en contacto hasta que se dejaba de presionar la tecla. Cristofori sustituyó las
tangentes y plectros por unas piezas de madera con forma de martillo cuya punta estaba recubierta
de cuero, llamadas macillos. Estos rebotaban a continuación de golpear las cuerdas, dejando que
estas vibraran libremente.
Aunque la mejora en la calidad del sonido fue considerable y no fue hasta el año
1711 cuando estos avances se dieron a conocer, tras escribir sobre ellos el autor Francesco
Scipione. La publicación del escritor suscitó el interés de los que pasarían a convertirse como los
primeros fabricantes de pianos después de Cristofori. A los pocos años empezaron a crease
las primeras composiciones artísticas. En la
historia del piano
se estima que el italiano Ludovico Giustini fue el primer compositor con sus doce sonatas tituladas
Sonate da cimbalo di piano e forte detto volgarmente di martelletti.
Personajes históricos como Johann Sebastian Bach, Wolfang Amadeus Mozart, Ludwig
van Beethoven, Frédéric Chopin o Johannes Brahms destacaron en sus respectivas épocas, comprendidas
entre los siglos XVIII y XIX. Sus obras sirvieron de material didáctico para los compositores sin
experiencia y a día de hoy siguen considerándose piezas enormemente valoradas dentro de la música
clásica.
Alrededor del siglo XVIII el piano estaba casi restringido a las clases más
altas de la sociedad al tratarse de un instrumento muy caro, sólo accesible para ciertos círculos
de la burguesía y aristocracia. Era común que se pagaran lecciones a maestros de música para que
acudieran a las casas de las familias a enseñar a
tocar el piano
a los hijos. Se consideraba que así se aumentaría la concentración y autodisciplina, creencia que
sigue vigente actualmente.
El declive de los pianos a principios de siglo XX vino acompañado de la
aparición de los reproductores pasivos de música. Este había jugado un papel fundamental en la
presencia de música en los hogares pero con la creación de la pianola primero, del fonógrafo
después y finalmente de la radio en los años 20 su uso quedó relegado a un plano secundario, como
una forma más de entretenimiento. El crack bursátil de 1929 y la depresión posterior acentuaron
este hecho. A día de hoy se siguen fabricando
pianos
pero su uso vuelve a ser casi exclusividad de las familias más adineradas o más pudientes de la
clase media.